Laboratorio del desarrollo

La visión del Ritmo

El Ritmo siempre posee forma de triángulo, en el que están presentes la energía, el impulso y el apoyo. Éste es el núcleo del ritmo, su matriz; si queremos ver el Ritmo, entonces debemos llegar a ser capaces de ver este triángulo. Debemos aprender a percibir la conjunción de estas unidades. Esto es necesario para el mantenimiento de la atención en la esfera tridimensional.

La complejidad consiste en que el Ritmo trabaja con el espacio. El espacio puede ser temporal o atemporal. Al interactuar con el Ritmo en un espacio tridimensional, siempre lo perderemos, dado que éste se fusiona muy rápidamente con funciones similares a él. En el atemporal hay otra complejidad: es espacio que no está limitado por una medida tridimensional. Pero precisamente aquí es posible mantener el Ritmo, no permitiéndole fusionarse, por ejemplo, con la cuarta dimensión. Exactamente aquí, nuestra consciencia puede funcionar en el nivel de la visión del ritmo.

Por lo tanto, para hacer esto, se debe tener desarrollada la Concentración y suficiente cantidad de energía no temporal para la visión del Ritmo. Para ver el ritmo, nuestra mente requiere otras condiciones diferentes a aquellas en las que permanecemos. Para lograr esto, debemos aumentar la cantidad de los ejes de rotación en nuestro cerebro. Y para hacerlo, se requiere un Centro (el cual falta en la gente en la actualidad). Incluso los que nacen con este Centro, caen en una sociedad de conciencia limitada, la cual atrofia este centro.

Para la generación de la visión, es importante aprender a evaluar el mundo unidimensional, el bidimensional y el tridimensional. Y recién después podremos ir al mundo multidimensional, es decir, al mundo en el que podremos ver el Ritmo. Pero lo más difícil aquí no consiste en que si comprendemos el mundo unidimensional o bidimensional; debemos comprender su orientación, hasta qué grado la orientación nos permite captar el volumen de este mundo, lo que significa hacerlo compacto para nuestra consciencia.

En realidad, los mundos de una y dos dimensiones son inmóviles. Todo lo que el ser humano ve, en definitiva, no posee movimiento. Los que, por una u otra razón, empiezan a ver el espacio de una manera tridimensional (como, por ejemplo, los psíquicos), entran en un mundo de rotación en el que existen otras leyes, generadas por cierta tonalidad.

Pero este mundo no puede ser completamente conocido mientras que nuestra consciencia no logre la conexión con la orientación atemporal en la que, de hecho, es posible ver el Ritmo. Éste es un complejo estado de la consciencia, que pasa por las etapas de la centralización, de la rotación alrededor de su propio Eje y el conocimiento de la Proporción dentro de sí misma. De esta manera, para el ser humano la visión del Ritmo es más bien un concepto simbólico que real. Pero sin saber de este símbolo y sin orientarnos en él, nosotros seguiremos manteniendo nuestra consciencia en el desconocimiento y la ignorancia.

 

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