La mujer en el Budismo
Resulta difícil encontrar en el Budismo confirmaciones que vemos en algunas tendencias religiosas (por ejemplo, que la mujer fue creada de unas partes del cuerpo del hombre, que justo ella tiene la culpa de seducir al hombre, etc.), en las que a menudo las mujeres están consideradas como criaturas menos válidas que el hombre.
Hablando del origen de la humanidad y el desarrollo de nuestro sistema mundial, Siddhartha Gautama Buda señaló que al principio, la gente no era definida por su sexo. Ya después, con la aparición de la división del trabajo durante la cosecha del arroz, apareció también la diferencia entre los sexos. A partir de aquella época hasta hoy en día sigue existiendo sólo la generación sexual, sin embargo en los primeros tiempos, las criaturas se personificaban en nuestro planeta a través de medios espirituales.
En el budismo, el ideal de la vida más alto y propósito real para la humanidad, se considera el logro de la Libertad absoluta, es decir el logro del estado en el que la persona deja de ser determinada y controlada por la manifestación de su propia naturaleza.
La independencia de todas las cosas transitorias y vacías puede ser obtenida únicamente en el estado de Nirvana, que puede ser alcanzado ya en esta vida. Éste es el camino hacia la obtención de la naturaleza de Bodhi, la realización espiritual. Este estado puede ser alcanzado tanto de los hombres, como de las mujeres.
Buda enseñó que el sexo no tiene ninguna importancia en el camino hacia la obtención de la Libertad. La mujer-santa, Arahat, o la mujer dedicada a la obtención de la santidad no puede ser considerada de ninguna manera como menos válida que el hombre-santo o el hombre-seguidor de Buda.
Según la enseñanza de Buda, no existe una diferencia práctica entre los sexos. El hombre y la mujer son iguales en su dependencia uno de otro, a la que deben superar. Tienen los mismos derechos y las mismas responsabilidades en su colaboración.
Desde luego, sería ingenuo considerar que Buda ha iniciado una campaña por la liberación de las mujeres, pero, al oponerse a una serie de dogmas y prejuicios de su época, reprobando la estructura de casta de la sociedad, la ritualidad y el sacrificio excesivos, puso hincapié sobre el esfuerzo individual en el camino hacia la libertad.
La doctrina básica del budismo, la salvación a través del esfuerzo personal, implica la igualdad espiritual de todas las criaturas, tanto los hombres, como las mujeres. Esto niveló hasta cierto grado la supremacía exclusiva del hombre en el pasado. Buda vio el potencial espiritual de los ambos sexos y después de vacilaciones serias, a pesar de todo inició la creación de la Orden de monjas, una de las primeras organizaciones religiosas femeninas en el mundo.
El desarrollo y el auge del budismo dependía de la actividad y el servicio de cuatro grupos de budistas: monjes, monjas y además los hombres y las mujeres en el mundo. De hecho, los monjes son sólo una de las cuatro partes en la sociedad budista. El resto de los grupos llevan la misma responsabilidad en la observación de las normas y en el seguimiento de la enseñanza en el budismo.
Tres factores importantes indican la filiación a la tradición: seguidor que ha aprendido y comprendido la enseñanza, ha convertido la enseñanza en práctica y es capaz de defender e interpretar correctamente la doctrina. Los estados supremos espirituales eran accesibles tanto a los hombres, como a las mujeres y al realizar correctamente las prácticas, la parte femenina no necesitaba ningún tipo de ayuda o la intermediación de los hombres para alcanzarlos.
Al organizar la Orden de las monjas, Buda debería tomar en consideración la específica de la posición social de las mujeres en la tradición del brahmanismo en aquella época. En la sociedad de la India hasta el siglo VI a. C., las mujeres no tenían ningún tipo de preparación o educación suficientes para ser capaces de tomar la vida en la comunidad religiosa en la forma ascética. Por eso Buda creó reglas a las que podemos considerar como cierto tipo de defensa y ayuda a las monjas en la etapa de su educación y formación de la comunidad monástica femenina.
Por desgracia, más tarde la Orden de las monjas desapareció yendo a Asia Meridional y Suroriental. Como un instituto religioso se ha conservado únicamente en algunos países, bastante cerrados en aspecto político, económico y cultural en cuanto a la influencia por afuera (por ejemplo, Corea y Tíbet).
La mujer y la sociedad
Al principio, debido a la mayor aceptación y tolerancia, la posición de la mujer en los países asiáticos con prevalencia del budismo se distinguía mucho por la mayor libertad y derechos en comparación con otros países de la región. Éstos son Tailandia, Sri Lanka, Singapur, también el Tíbet y Birmania.
Aún en el año 1782, Hugh Boyd, miembro de la delegación de la corte de Kandyan, escribió que las mujeres locales se distinguen llamativamente de las mujeres de otros países del oriente. Ellas poseían una receptividad activa, timidez encantador y espontaneidad agradable. Las mujeres singalesas son no simplemente esclavas y amas de la casa, pero en muchos aspectos son compañeras y mejores amigas de sus hombres. Los singaleses no tienen cerradas a sus mujeres y nos las imponen ningún tipo de limitaciones ofensivas.
Otro consejero más de la Inglaterra a Tailandia (conocida entonces como Siam), escribió en el año 1902: “En Siam, por alguna razón, la posición de la mujer, en general es bien favorable… Estando en Bangkok, es imposible prescindir de notar y asombrarse al cuerpo lozano y la figura bella de las mujeres locales… Tal vez, esto se debe a la influencia del budismo y mientras que nosotros cruzamos las espadas en debates religiosos y políticos acerca del sexo débil, aquí, podríamos decir, que han podido resolver este problema muy positivamente”.
Sir Charles Bell, Delegado Oficial del Reino Unido en Tíbet y Bután, escribió en el año 1928 lo siguiente: “Cuando un viajero se encuentra en Tíbet, nada le impresiona tanto como la posición de la mujer tibetana. No las mantienen en soledad, como lo hacen con las mujeres indias; al estar acostumbradas a interactuar constantemente con el otro sexo a lo largo de toda su vida, se comunican naturalmente con los hombres y se comportan con seguridad”. Y luego Bell continuó: “Sigue siendo un hecho tozudo el que la mujer en los países de budismo toman una posición sorprendentemente digna. En Birmania, Ceilán y el Tíbet, vemos la misma situación”.
Y las diferencias eran muy significativas no solo en la esfera religioso-filosófica. El lugar de la mujer en la vida cotidiana, sus derechos y responsabilidades también indican cierta progresividad en los países budistas. En muchas sociedades patriarcales, se celebraba el nacimiento sólo del heredero varón, el nacimiento de una hembra se consideraba como dolor (hasta decidir privarla de su vida).
El matrimonio y la familia siempre ha sido una institución social importante y la tradición de la vida cotidiana describe la posición real de la mujer en la sociedad, mejor que cualquier tipo de leyes escritas. ¿Tienen los mismos derechos los hombres y las mujeres en lo que se refiere al matrimonio, a la herencia, al divorcio y el nuevo matrimonio? La respuesta de estas preguntas muy fácilmente mostrará el grado de respeto a la mujer en los distintos países.
En el budismo, a diferencia del cristianismo, el matrimonio no es considerado como un sacramento. Es un evento social y los monjes no toman ninguna participación. En Sri Lanka, Tailandia, Birmania, el momento del matrimonio va acompañado por celebraciones brillantes y alegres, pero no poseen un carácter religioso. A veces, inviten a los monjes a los que dan limosna generosa, en respuesta a lo que habitualmente bendicen a los jóvenes.
Diferencias
El hecho mismo de que en su enseñanza aparecieron tanto los hombres, como las mujeres, obligó a Buda formular su actitud hacia las cuestiones acerca de la diferencia biológica, social y existencial entre el hombre y la mujer.
Biológicas…
En el texto “Samyutta-Nikaya” (37, 3), Buda enumeró cinco sufrimientos peculiares de las mujeres. Los primeros tres están relacionados con el cuerpo de la mujer y son: la menstruación, embarazo y el parto del niño. Estos sufrimientos son propios sólo de algunos animales y seres humanos; ya en el nivel de las deidades femeninas de niveles más bajos, las mujeres están libres de ellos.
Los sufrimientos número cuatro y cinco tienen carácter social y están relacionados con la particularidad de la sociedad india en aquel tiempo. En la India, una mujer que se va a casar está obligada a abandonar la casa de sus padres y vivir sirviendo a su hombre y obedecerle constantemente.
Buda no clasificó estos sufrimientos como necesarios o divinos, pero los trataba como cierta realidad de la existencia femenina, o como forma particular de vivir en la sociedad. No consideraba necesario hablar de la fuerza física relativamente menor como de “sufrimiento peculiar de la mujer”. Esto es importante sólo en caso de que la mujer va a competir con los hombres en el deporte o en los negocios. Sin embargo, a la mujer india siempre la han interesado más las cuestiones espirituales que deportivas.
Terminológicas…
Durante la época de Buda, en el lenguaje de la parte media de la India existían dos denominaciones para mujeres: el término neutral itthi (mujer) y el término despectivo matugama. Literalmente significa: “la madre (matu) en el pueblo (gama)” y describe una mujer que no ve más allá del horizonte y no tiene ningún ideal más alto que la maternidad.
Cada matugama es itthi, pero no cada itthi es matugama. Cuando los textos narran de mujeres primitivas y las intrigas femeninas, entonces llaman a la mujer matugama, pero no itthi. Sólo en la literatura post-canónica el significado de estos conceptos de hizo poco claro y casi desapareció la distinción. Surgió la tendencia de generalizar todas las mujeres como matugama, describiéndolas como peligro para la vida ascética de los monjes, especialmente en los cuentos acerca del renacimiento, jataka.
Existenciales…
Vale la pena comentar separadamente la declaración de Buda de que las mujeres son incapaces de ocupar cinco posiciones dominantes. En particular, Buda habla del que la mujer no puede tomar el poder sobre el infierno, los cielos, los brahmanes, que es incapaz de gobernar el mundo de los humanos y que no puede lograr la completa iluminación (Samma-Sambuddha).
No obstante, Sakiamuni ni inventó estas limitaciones, no las defendió; simplemente las anunció, debido a que en sus clarividencias cósmicas nunca había visto una mujer ocupando estas cinco posiciones, en las eternidades incontables en las que él miraba. Buda también supone que es imposible. Lo único que nos queda es intentar de entender por qué él llegó a esta conclusión.
El hecho de que la mujer no puede gobernar el infierno y los espíritus malos, de ninguna manera es una falta de las mujeres. La mujer que posee las virtudes necesarias y sigue el Camino hacia el logro de la Nirvana, tiene mucho más que le puede dar cualquier poder sobre los mundos nuestros, inferiores o superiores. Buda habla de que la mujer es incapaz de obtener la posición de la soberana de los 33 dioses de los Cielos Sensuales. Sin embargo, no dice que la mujer no pueda interactuar con otros cielos, más altos. Cada mujer puede llegar a ser brahmán, habitante del mundo fuera de la sensualidad, igual que cualquier hombre. Los brahmanes no son hombres o mujeres, puesto que están más allá de las distinciones sexuales y convenciones.
La mujer puede llegar a ser arahat (sagrada), pero el estado de Samma-Sambuddha no está a sus alcances. ¿Por qué? Buda dice que existen cuatro cosas que no pueden ser comprendidas por la mente y una de ellas es la capacidad del ser humano de alcanzar la iluminación completa (Anguttara-Nikaya IV, 77).
La mujer y la práctica
Las seguidoras del budismo en las primeras etapas de su formación, llegaron a ser las representantes de las capas más altas de la sociedad y de los rincones más aislados. Así, por ejemplo, cuando en el año 290 a.C., el rey Ashoka “el Grande” envió misiones a nueve partes del mundo con el fin de difundir el budismo, la reina Anula, la esposa del Rey de Sri Lanka Devanampiia Tissa, expresó su deseo de abrazar el budismo y convertirse en bhikkhuni (mujer-monje). La princesa se consagró al budismo y fundó en Sri Lanka la Orden de las mujeres-monjes.
En China, Ching Chien era la primera mujer china que solicitó su consagración y la obtuvo de su hombre-monje. Más tarde, alrededor del año 430 d. C, la Bhikkhuni Devasara de Sri Lanka había sido invitada junto con un grupo de 10 Bhikkhuni participar en la consagración de 300 mujeres chinas en Nanking.
De la Orden budista china se separó una rama, que se trasladó en Corea y Asia oriental donde se fundó la Orden de Bhikkhuni. En este lugar, la tradición dicha se conservó más completamente hasta hoy en día.
Buda nunca ha evitado a las mujeres. Las aceptaba y hablaba con ellas en cualquier momento adecuado, dado que había obtenido la Iluminación y cruzó los límites de lo humano. En una de sus charlas, recomendó a los monjes tratar a las mujeres de mayor edad, como trataban a sus propias madres.
Al permitir a las mujeres unirse a la enseñanza y empezar a crear comunidades monásticas, Buda mostró claramente que a partir de ahora las mujeres deben básicamente estudiar y practicar su enseñanza, dejando el papel de amas de casa atadas únicamente a los quehaceres domésticos. Tanto los hombres-monjes, como las mujeres han dejado su vida en el hogar detrás de la aspiración a obtener el conocimiento espiritual. Cada persona dedicada debería aprender a cuidar a sí mismo y organizar su horario de tal modo que dedique más tiempo a sus fines espirituales, o sea a la búsqueda de la Iluminación.
Consagración
Existen cinco tipos de consagraciones: dos para hombres y tres para mujeres. Samaneri (novicia): el grado inferior de dedicación para mujeres con 10 órdenes. Se considera que este tipo de iniciación puede obtener una persona que ya es capaz de protegerse del “cuervo en un capo de arroz”. Posteriormente, era oficialmente fijado que la edad mínima de la novicia debe ser no menos de siete años.
La mujer que solicita un nivel más alto de dedicación (upasampada), debería corresponder con determinadas exigencias: no debería tener menos de 20 años, debería tener permiso de sus padres y no debería tener enfermedades serias, que podrían convertirse en obstáculos en el camino del seguimiento y las prácticas. Tiene que pasar por formación preparatoria a lo largo de 2 años y disponer de los medios para adquirir las cosas necesarias para las Bhikkhuni, por ejemplo ropa, cuenco de las limosnas, etc.
Durante el aprendizaje preparatorio de dos años, a la mujer se la llama sikkhamana. Debe cumplir con las primeras seis de las 10 órdenes, establecidas para las novicias. Se cree que sikkhamana tiene un nivel más alto que el de la novicia, sin tomar en consideración el hecho de que cumple sólo con seis órdenes. Esto significa que, de hecho, sikkhamana está en una preparación directa para la obtención de dedicación más alta. Y si a lo largo de los dos años ella viola aun una de las órdenes, debe volver a pasar todo de nuevo.
La mujer casada puede llegar a ser Bhikkhuni teniendo 12 años pero con la presencia de un consentimiento del cónyuge.
Para la consagración a Bhikkhuni, se requiere el consentimiento como mínimo de cinco Bhikkhuni más. Además, en el día mismo cuando consagran a la mujer a Bhikkhuni Sangha, ella debe ser reconocida también de como mínimo 5 monjes. Pavattini, o la educadora del Bhikkhuni, debe tener período de prueba por lo menos 12 años y ser muy competente en la esfera de la enseñanza dharma y en las leyes de la vida del monje, vinaya. Tradicionalmente, después de la consagración, la mujer se junta a la Orden y de esta manera desiste de todo lo que dominaba hasta este momento. A las recién dedicadas se les asignan dos profesores que turnan cada año, aseguran la transmisión de la enseñanza y la práctica de su alumna, cuida a la Bhikkhuni si, por ejemplo cae enferma.
Desde el punto de vista del budismo, la menstruación es un estado físico normal de la mujer. Durante este período, la mujer tiene menos control sobre sus mostraciones emocionales, por lo que necesita un apoyo religioso más que en otros momentos. Los budistas consideran incorrecto excluir a la mujer de la práctica en este momento y considerarla como sucia.
Órdenes y reglas
En “Theravada” está indicado que los monjes deben observar 227 órdenes y las monjas, 311 órdenes. En los que se refiere a las reglas orales, existen más para los monjes que para las monjas.
Los investigadores posteriores del budismo, que estudiaban estas órdenes, podrían dividirlas en ocho grupos de órdenes para los hombres y siete para las mujeres.
Uno de los grupos de órdenes, creado únicamente para los monjes, se llama “Aniyata”. Entre estas reglas hay dos introducidas por Visakha, una mujer de influencia y activa partidaria mundana de Buda en el Budismo temprano. Una de las reglas prohíbe al monje estar con mujer en una habitación cerrada, otra prohíbe al monje permanecer con una mujer al aire libre, si están fuera del alcance del oído de otra gente.
En caso de la violación de las órdenes más importante, tanto los monjes, como las monjas deben pasar un período de expulsión temporal de la Orden.